Sueño en niños

Sueño infantil: la importancia de acompañar con seguridad.

Sofía tenía seis meses cuando sus despertares comenzaron a intensificarse. Cada dos horas lloraba desconsolada, y sus padres, agotados y preocupados, empezaron a preguntarse si algo estaba mal. Consultaron en redes, preguntaron a familiares y escucharon frases como “déjala llorar, se le pasará” o “ya está manipulando”.

Pero algo no les cerraba. ¿Cómo un bebé tan pequeño podía estar “manipulando”? ¿Por qué una necesidad básica como dormir se convertía en una batalla diaria?

Fue recién cuando hablaron con una profesional que comprendieron lo esencial: el sueño no es un hábito a imponer, sino una experiencia a construir desde el vínculo y la seguridad. Descubrieron que los despertares de Sofía no eran un error, sino una señal de su desarrollo normal, y que su forma de dormir estaba íntimamente ligada a cómo se sentía al final del día.


 

Introducción

Dormir no es solo una necesidad biológica: es también una experiencia relacional. En la primera infancia, el sueño no ocurre “por sí solo”, sino que se construye a través del entorno, la calidad del cuidado, y la sensación de seguridad que el niño percibe.

Quienes somos madres, padres o cuidadores, sabemos que las noches pueden volverse uno de los escenarios más desafiantes de la crianza. Niños que se despiertan múltiples veces, que piden brazos, que lloran si no están acompañados o que “no quieren dormir”, suelen ser interpretados como “niños con problemas para dormir”. Pero desde la neurobiología afectiva y la psicología del desarrollo, lo que vemos es otra cosa: niños que todavía necesitan ayuda para sentirse seguros durante la noche.

Este blog propone comprender y acompañar el sueño infantil seguro, sin aplicar métodos invasivos ni suprimir emociones, ofreciendo herramientas prácticas y basadas en evidencia científica para padres primerizos y cuidadores.


 


1. Etapas del sueño en la infancia temprana

El sueño en los niños menores de 6 años cambia a lo largo del tiempo. En los primeros meses, los bebés duermen en ciclos cortos de 50-60 minutos, sin diferenciar día y noche. A partir de los 4 meses comienza la consolidación del ritmo circadiano, pero los despertares nocturnos persisten, en especial durante brotes de desarrollo, enfermedades o eventos estresantes.

Ejemplo clínico:
Emma, 8 meses, empieza a despertarse cada 2 horas tras haber dormido mejor los meses anteriores. Su madre consulta preocupada. A partir de la evaluación se observa que Emma está en pleno proceso de separación–individuación y además ha comenzado la guardería. Su aumento de despertares no es regresión, sino expresión de una necesidad de mayor seguridad nocturna. Se trabaja con los cuidadores para reestablecer rutinas amorosas y predecibles antes de dormir, sin imponer el “entrenamiento del sueño”.


2. Cuántas horas debe dormir un niño según la edad

Según la Academia Americana de Medicina del Sueño:

  • 0 a 3 meses: 14–17 horas diarias

  • 4 a 12 meses: 12–16 horas

  • 1 a 2 años: 11–14 horas

  • 3 a 5 años: 10–13 horas

Es fundamental no comparar niños ni presionar para que cumplan una cifra exacta. Observar la calidad del sueño, su duración global y cómo el niño se comporta durante el día, son indicadores más fiables.

Dato útil:
Los niños sobrecansados pueden volverse más inquietos, tener dificultades para dormir y experimentar despertares frecuentes, lo que contradice la creencia de que “si no duerme en el día, dormirá mejor en la noche”.


3. ¿Por qué se despiertan los niños?: Una mirada desde la neurobiología afectiva

El sistema de regulación emocional del niño pequeño está aún en construcción. Durante la noche, la percepción de separación o la oscuridad pueden activar su sistema de defensa, elevando los niveles de cortisol (Sunderland, 2008). La respuesta natural del niño será buscar al adulto. No es manipulación: es neurobiología básica.

Ejemplo clínico:
Lucas, 3 años, se despierta cada noche gritando “¡ven!”. En consulta, sus padres confiesan haber aplicado el “método del reloj” sin éxito. Se explora su historia y se observa que los despertares coinciden con la llegada de una hermana. Lucas necesita recuperar la experiencia de seguridad nocturna. Se aplican estrategias de acompañamiento progresivo y validación emocional, sin exigencias de independencia forzada.


4. Cómo construir un sueño infantil seguro: la clave está en la presencia

El niño necesita saber que el adulto estará ahí si lo necesita. Esta certeza se construye con acciones repetidas: responder cuando llama, sostener cuando llora, no retirarse bruscamente.

James McKenna señala que dormir en cercanía con el adulto tiene efectos protectores sobre el sistema nervioso del niño (McKenna, 2020). No es solo contacto físico: es presencia emocional estable y predecible.

Consejo técnico:
Los niños aprenden a dormir mejor cuando lo hacen acompañados por adultos emocionalmente regulados, no cuando se les exige dormir solos como “prueba de independencia”.


5. Lo que no ayuda: métodos invasivos y sus efectos

Métodos como el “entrenamiento por intervalos” (llanto controlado) se basan en reforzamiento negativo. Aunque puedan generar conductas deseadas a corto plazo, pueden dejar efectos de fondo como hipervigilancia, sueño fragmentado o temor nocturno.

Dato neurobiológico:
El niño puede dejar de llorar por activación del sistema de defensa y resignación, no porque se haya calmado (Sunderland, 2008). Esto afecta el desarrollo de su sistema de autorregulación emocional.


6. Cómo acompañar el sueño del bebé y el niño de forma respetuosa

Estrategias prácticas para establecer un sueño infantil seguro:

  • Establecer rutinas suaves y constantes: (baño, cuento, caricia, música suave)

  • Asegurar un entorno tranquilo: sin pantallas, con luz tenue y temperatura agradable

  • Acompañar físicamente el momento de dormir sin forzar la separación

  • Incorporar un objeto transicional como una manta o peluche

  • Practicar colecho seguro, si es la elección familiar, bajo las pautas de la AAP

  • Validar emociones: “estás asustado, y aquí estoy contigo”, sin minimizar ni ignorar

Ejemplo clínico:
Martina, 5 años, presenta terrores nocturnos. Se implementa un programa basado en Terapia Cognitivo Conductual Infantil, con técnicas de relajación guiada, reestructuración de pensamientos y acompañamiento gradual al sueño, reforzando su sensación de seguridad.


7. Dormir bien también es cuidar al cuidador

El cansancio sostenido puede alterar el estado emocional del adulto. La ACT (Terapia de Aceptación y Compromiso) propone tres pilares:

  • Aceptar que no todo se puede controlar

  • Reconectar con los valores de crianza (como la presencia amorosa)

  • Tomar acciones acordes a esos valores, aun cuando haya cansancio o frustración

Tip práctico:
Alternarse entre cuidadores, practicar “minidescansos” en el día y verbalizar el cansancio sin culpa, permite sostener la calma a largo plazo.


Recomendaciones prácticas para madres, padres y cuidadores

  1. Observa a tu hijo más allá del reloj. El sueño infantil seguro nace del respeto a sus ritmos.

  2. Acompaña los despertares sin castigo ni indiferencia. Estás modelando cómo se gestiona la inseguridad.

  3. Evita métodos de adiestramiento. Lo importante no es dormir solo, sino dormir seguro.

  4. Crea rutinas simples, repetitivas y afectuosas. Reducen ansiedad y anticipan el descanso.

  5. Cuida el entorno: sin pantallas, con luz suave y sonidos tranquilos.

  6. Valida el miedo, nombra las emociones, ofrece presencia. La calma se transmite más con el cuerpo que con las palabras.

  7. Cuida de ti. Pide ayuda, haz pausas, recuerda que una crianza respetuosa también incluye tu propio descanso.


Referencias

  • Jové, R. (2006). Dormir sin lágrimas. La Esfera de los Libros.

  • Sunderland, M. (2008). The Science of Parenting. DK Publishing.

  • Gerhardt, S. (2004). Why Love Matters. Routledge.

  • Pantley, E. (2002). The No-Cry Sleep Solution. McGraw-Hill.

  • McKenna, J. J. (2020). Safe Infant Sleep: Expert Answers to Your Cosleeping Questions. Platypus Media.

  • Paruthi, S., et al. (2016). Consensus Statement of the American Academy of Sleep Medicine on Pediatric Sleep Recommendations. Journal of Clinical Sleep Medicine, 12(11), 1549–1561.

  • American Academy of Pediatrics. (2016). Policy Statement: Safe Sleep Recommendations for Infants.

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